Les Mazans, Mison. Agricultor en los Bajos Alpes
Aunque había conocido que en el verano de 1943 Antonio se
encontraba trabajando en una explotación agrícola para un propietario francés,
como otro buen número de trabajadores del 78 GTE, aún existían importantes vacíos y dudas,
debido esto último a la anotación en la Ficha de Trabajador de una fuga julio de 1943, probablemente relacionada con el documento que me dio la
pista de la granja en la que trabajó Antonio. En dicho documento se hablaba de concentrar a los trabajadores
dispersos en Aspres-su Büech. Era necesario aclarar varios aspectos: cómo llegó a esa granja, por qué, qué hacía
allí, en qué condiciones estaban, o qué
le incitó a escapar, y qué le sucedió cuando fue capturado, pues en la ficha
mencionada se hablaba de su captura. Tras su segunda fuga, en enero de 1944, qué
hizo, dónde se ocultó, en un territorio
ocupado por los alemanes, y por lo tanto, con un alto riesgo de ser capturado de
nuevo, y tal vez morir.
Otro documento me permitió situar a mi abuelo
Antonio en una granja, ya que aparece registrado, en un contexto que veremos
más adelante, como trabajador en la granja de “Mr. MIOLLARD Casimir” [sic] en
Mison, un pequeño municipio de los Bajos Alpes. Como pude saber más tarde. La
granja en concreto, tiene el nombre de “Les Mazans”, como pude saber más tarde. No he encontrado algún otro documentación
que haga referencia a que Antonio trabajara en
otra granja.
Según relata
Pascasio, en marzo de 1942, encontrándose estacionado en Aspres-sur-Büech,
habría sido separado del 78 GTE, para trabajar como agricultor en una granja en
los Bajos Alpes, en el municipio de Mison-les-Armands, para el Señor Bremond,
en la granja "La Silve" .
Hablaré un poco más delante de esto, para no adelantar acontecimientos,
ya que el acceso a esta información es relativamente tardío, y siguiendo con el hilo de
la historia, todavía no conocía cuál era la granja y el lugar exacto donde
trabajó Antonio. De momento, debemos pensar que Antonio, probablemente, fue
apartado del grupo también en este momento. También hay que citar aquí el
descubrimiento, también tardío, de otra persona que parece tener una vida
paralela a mi abuelo, y a Pascasio; Ricardo Rodríguz. En ese paralelismo por su presencia en los mismos lugares y documentos, al igual que Pascasio, en los que aparece mi abuelo Antonio, pude saber que fue contratado por
Gabriel Imbert, en una granja en Font Michelle, en Mison. Los tres se encontraban, en el mismo lugar, trabajando en el mismo municipio, y los tres procedían de la misma 78 CTE, paralelismo que prosigue en los acontecimientos de los años siguientes, comov eremos más adelante. Medido en línea
recta, entre Les Mazans y Font Michelle, hay apenas dos kilómetros; no llega a tres,
ente esta misma finca y La Silve, y entre La Silve y Font Michelle, otros dos
kilómetros.
Siguiendo con el
paralelismo de la vida de Pascasio con la de Antonio, y teniendo en cuenta que
La Silve se encuentra muy próxima a la granja donde trabajó mi abuelo, “Les
Mazans”, y si sumamos a Ricardo Rodríguez, y la finca en que trabajó en Font
Michelle, parece una extraña coincidencia que entre los pocos españoles que
fueron a trabajar a la zona de los Bajos Alpes, estuvieran ellos tres, y,
además, en granjas tan próximas. Si fue el azar, está claro que esta situación
debió unirlos de forma importante, ya que los españoles en el territorio,
aunque presentes, eran poco numerosos, y, por lo tanto, debían reunirse con
cierta frecuencia. Hay dos posibilidades, o la amistad venía de antes, o aquí
la forjaron definitivamente, y su vida siguió paralela hasta fijar su
residencia en Marsella.
En los momentos
en los que los trabajadores españoles del 78 GTE empezaban a ser cedidos de
forma más intensa a los empresarios individuales, el grupo se encontraba
estacionado en Châteauneuf-de-Chabre y pronto me llamó la atención, cuando pude
conocer este dato, que la distancia desde este lugar hasta el municipio de
Mison, es inferior a 10 kilómetros. La cercanía del grupo tal vez animó a los
propietarios de la zona a acercarse y solicitar in situ a los trabajadores. En
el listado de trabajadores españoles repartidos por granjas en la zona alpina,
un grupo relevante se encuentra en el entorno relativamente cercano de
Châteauneuf-de-Chabre. También es posible que entraran en contacto, de alguna
manera con los propietarios de las
granjas, e incluso, por qué no, que se hubieran ofrecido ellos mismos. Como
Pascasio cita como último lugar de estacionamiento Aspres-sur-Büech, apenas
unos meses después, puede que desde las granjas ya los conocieran, y se tardara este tiempo en realizar las gestiones, una vez solicitados por los empleadores.
En la época que nos ocupa, Misón pertenecía a los Bajos Alpes. El
municipio se asienta en el interfluvio entre dos valles, el del río La Durance,
al este, y el Buëch, al oeste. Este último desemboca en el primero justo antes
de entrar en el cañón de Sisterón, que es el mayor municipio del territorio. Misón,
hoy, es una población y comuna francesa de 1080 habitantes, situada en la
región de Provenza-Alpes-Costa Azul, en el departamento de Alpes de Alta
Provenza, y perteneciente al cantón de Sisterón. Forman parte del municipio una
docena de aldeas o granjas dispersas por el territorio, y tres núcleos urbanos
principales: la villa histórica de Mison, Les Armand, que es el centro
administrativo y social, y La Silve.
El documento que vengo citando, y que hace referencia a la granja donde se
encontraba trabajando Antonio en 1943, no recogía el nombre de la explotación
agrícola, sólo el municipio, y el nombre del empleador, Casimir Miollard. Una
vez ubicado el municipio, intenté localizar el nombre del propietario de la
granja, ya que, aunque él probablemente habría fallecido, podía quedar algún
familiar (hijo o nieto) con ese nombre, pero no tuve éxito. Intenté contactar
con el ayuntamiento de Mison. En su página web existe un espacio para realizar
consultas y allí dirigí la mía, preguntando por alguna referencia de la familia
Miollard, sin éxito.
En su momento, también envié esta información al Sr. Pellegrín, que intentó localizarlo por su cuenta, también infructuosamente. Así que, esta vía de la investigación quedó paralizada, de momento. Teníamos previsto viajar a los Altos Alpes en agosto, así que intentaríamos buscar más información cuando estuviéramos allí a ver si había suerte. Mientras tanto sólo podía lanzar hipótesis sobre la vida de Antonio en la granja de Misón, en base a la fuga que protagonizó el 22 de julio de 1943 y su posterior captura varios días después. Este intento de fuga sólo podía significar que, de alguna manera, no estaba siendo bien tratado. En ese momento no podía vislumbrar la realidad de lo que sucedía.ç
Otro documento, sin embargo, empezó a arrojar luz sobre el asunto. Un informe del Capitán Oherne (sic), comandante de la sección de Gap, indirectamente, aclaraba algo de la situación de los trabajadores en esos momentos, y de su estancia en la granja. Aunque el asunto de fondo es otro, de muy graves consecuencias, que comentaré más adelante, de la lectura del mismo se puede vislumbrar un cierto enfrentamiento o desacuerdo en relación al control de los trabajadores, por parte de la prefectura, responsable de la seguridad, como ya habíamos visto más arriba, y de los funcionarios públicos franceses del servicio de trabajo, bajo cuya dependencia se encontraban los trabajadores.
Mientras que la prefectura
muestra su intención de ejercer un mayor control sobre los españoles, los
funcionarios responsables del GTE, reflejan un interés por que estos permanecieran
en las granjas en las que estaban asignados, sin más vigilancia que la de sus
empleadores. En este sentido, parece que
la causa de la fuga no podía achacarse, en esos momentos, al trato dado por el
empleador, sino a otra causa.
El informe en cuestión hace
referencia a la situación de los trabajadores españoles que se encuentran
trabajando dispersos por un amplio territorio, trabajando en casas de
empleadores particulares. El capitán se queja al prefecto, que ante su orden
para que los trabajadores fueran reconducidos a Aspres-sur-Büech, y
reintegrados al 78 GTE, a pesar de las dificultades para cumplir el encargo,
según la instrucción que había recibido, debido al poco personal con el que
contaba, una vez conducidos a Aspres-sur-Büech, los trabajadores españoles
habían sido dejados totalmente libres por las calles de la localidad, de forma
que se les podía ver vagando por esta en horas avanzadas de la noche, que
además iban al café, y no existía ningún control, pudiendo desaparecer si lo
deseaban. También refiere cómo había constatado en varios casos, que los
trabajadores españoles que habían sido reagrupados por la gendarmería y
conducidos a Aspres-sur-Büech, eran reenviados, de nuevo, libremente, de
permiso, por los funcionarios de los Servicios de Trabajadores Extranjeros, a
casa de sus antiguos empleadores. El capitán se quejaba de que esa situación
les quitaba autoridad e incluso los ponía en ridículo y, por lo tanto, proponía
que, para la próxima misión, que ya había sido solicitada, en lugar de enviar
gendarmes a recoger a los españoles, se les convocara simplemente por correo, autorizándolos
a desplazarse libremente a su punto de reagrupamiento en Aspres-sur-Büech. Pero
¿por qué motivo, los trabajadores que se encontraban trabajando para
empleadores particulares, y dispersos por el territorio, habían sido
reagrupados en Aspres-sur-Büech?
El hecho de que los trabajadores estuvieran siendo
reenviados, sin ningún tipo de control, a sus lugares de trabajo anteriores, a
pesar de la gendarmería, hace pensar, en que los propios trabajadores estaban
de acuerdo con el trabajo que estaban realizando y, sin embargo, en contra, por
algún motivo, de su traslado forzoso a Aspres-sur-Buëch, cuya causa en esos
momentos desconocía.
Pronto se produjo un salto
importante en la investigación, y todo iba a empezar a aclararse. Uno de los
principales problemas con que se puede encontrar una investigación, sobre todo
de los momentos que nos ocupan, es la falta de testimonios directos, ya que los
protagonistas, cada vez son menos. Hubo un momento, cuando se despertó el
interés por los refugiados españoles, que se registró un importante número de
testimonios, en lo que ha dado en llamarse la “literatura testimonial”, pero
poco después ese interés por la memoria hablada fue decayendo, porque surgieron
otros temas o puntos de vista en la investigación, o simplemente, como decíamos
más arriba, porque los testigos han ido desapareciendo. Estas voces, a veces
llenas de emoción, matizadas por las
inexactitudes o ambigüedades debidas al tiempo pasado, y a la visión parcial
que cualquier persona tiene de la realidad, eran muy valiosas, sobre todo, para
rellenar los huecos que siempre dejan los documentos oficiales. Si estamos
hablando de la “memoria” débil de los adultos, qué podríamos decir de los
recuerdos de un niño. En estos momentos, en los que escribo esta historia, aunque
todavía quedan algunos ancianos a los que acudir, las voces de los niños son
las que todavía perviven. Indudablemente es necesario tomar estos testimonios
con cautela. Sin embargo, a veces sucede que esa memoria, con las precauciones
que hemos dicho antes, se muestra potente, si no en detalles, si en testificar
la presencia o el rastro de una persona, a grandes rasgos.
El día 5 de agosto iniciamos el
viaje a los Alpes, y llegamos hasta Gerona, donde habíamos buscado alojamiento.
Visitamos el lugar y, por la noche, vía email, el señor Pellegrin me informó de
algunas visitas que estaba ultimando, y que él pensaba que podían ser
interesantes. La sorpresa fue que me contó que había conseguido encontrar la
granja Miollard, en Mison, y que al día siguiente pensaba contactar con otras
personas, para obtener más información. La cosa prometía.
Llegamos a Gap por la tarde, el 6
de agosto de 2016. Habíamos alquilado una casita de dos plantas con jardín a
las afueras, y todavía no nos habíamos instalado cuando llamó por teléfono el
Sr. Pellegrín, anunciando emocionado que había localizado la granja donde había
trabajado mi abuelo y que, asómbrense, la persona con la que había hablado se
acordaba de él. Con la precipitación, no pude entenderle muy bien en ese momento,
pero al parecer, el problema para no haber podido localizar antes la
granja, era que el apellido no era
exactamente el mismo, sino que en lugar de Miollard, el propietario de la
granja se llamaba Miolland. La persona con la que había contactado, al parecer,
era su nieto Claude Escuyer, propietario actual de la granja, y estaba
intentando organizar una visita para el lunes próximo. Os podéis imaginar que
la piel se me había puesto de gallina, y a Inma se le saltaron las lágrimas.
Al día siguiente, después de que
el Sr. Pellegrin hubiera hablado con el señor Claude Escuyer, las cosas se
aclararon algo más. Según nos contó, la granja se llamaba “Les Mazans”, y el
propietario actual en realidad era hermano de la mujer del Sr. Miolland, y
según decía “se acordaba de Antonio”. El señor Escuyer había nacido en 1935, y
por lo tanto, si nos referimos a 1943, en aquél momento tenía ocho años, los
mismos que mi madre, la hija de Antonio. Según contó al Sr. Pellegrín, se
acordaba de “Antonio, un hombre muy simpático que se escondía porque era
buscado por los Alemanes”. El Sr. Pellegrin intentaría quedar con él el lunes 8
de agosto, como decía antes.
Quedamos para encontrarnos (todavía no conocía personalmente al Sr. Pellegrín) el lunes a las 10’30, en Aspres-sur-Büech. Hasta ese momento, el nombre del municipio era importante para mí en la investigación, ya que era la base o sede del 78 GTE, cuya referencia me había llevado hasta los Alpes, y todavía desconocía muchos aspectos de estos grupos, como su gran movilidad, y que en realidad, los trabajadores prácticamente no pisaron el municipio, como vimos en el capítulo anterior. Ni siquiera tengo constancia, a fecha actual, que mi abuelo llegara a pasar por dicho lugar, pero en esos momentos todavía no lo sabía. J.P. Pellegrin, había preparado una visita al Campo de Internamiento de Pont de la Dame, y quedamos para vernos en el “Café de la Gare”, en el centro del pueblo, al borde de la carretera que lo cruza.
Hasta el 8 de noviembre de 1942 la zona alpina había permanecido bajo el control del gobierno de Vichy. En esa fecha, sin embargo, se produjo un hecho que cambió la situación de forma importante. Los aliados desembarcaron en el norte de África. Cuando la noticia llegó a Europa, Hitler ordenó la ocupación por parte de sus tropas de toda Francia. El día 10 de noviembre, los alemanes cruzaron la línea de demarcación, ocupando la zona libre. Sin embargo, los nazis no ocuparon toda el territorio, ya que los italianos, a su vez, avanzaron ocupando la zona alpina, quedando así el territorio dividido entre las dos potencias del Eje, situación que se mantendría hasta septiembre de 1943. En consecuencia, Misón, pasó a estar bajo el control militar italiano. El territorio ocupado por estos se extendía desde el Lago de Ginebra (Saint Julien en Genevois) hasta el mediterráneo (Bandol), incluyendo a Córcega. En concreto, Italia ocupaba los departamentos de Bajos Alpes, los Altos Alpes, los Alpes Marítimos, Drôme, Var, Isère, las dos Savoias, y Córcega. Por su parte, las Bocas del Ródano, Vaucluse y Aín, fueron ocupadas conjuntamente con Alemania. Los alemanes se quedaron con las ciudades más importantes, como son Lyón, Aviñón, Aix en Provence y, especialmente, Marsella, ya que era el primer puerto en importancia del mediterráneo. , [ver actitud italiana durante la invasión]
Es probable que
fuera en este momento cuando el 78 GTE, que hasta ese instante había sido
gestionado por el 5º Agrupamiento, con sede en Lyon, pasara a depender del 4º
con sede en Marsella, algo que pudo ser determinante para el futuro de los
españoles que se encontraban en los Altos Alpes, en relación con las crecientes
necesidades alemanes de mano de obra, principalmente en esta área, donde era
necesario construir infraestructuras y defensas, ante la proximidad del
enemigo, al otro lado del mar mediterráneo. Ese cambio, además, es el que me
permitiría localizar el rastro de Antonio en los Alpes, ya que de no haberse
producido, puede que jamás hubiera aparecido su ficha de trabajador en los
Archivos Departamentales de las Bocas del Ródano. Paradójicamente, a pesar de
la invasión, el gobierno de Vichy siguió ejerciendo el control administrativo
del territorio, y la administración francesa parece que siguió funcionando
Tras el desembarco aliado en el norte de África los jefes de las guarniciones
francesas dudaron entre seguir a las órdenes de Vichy y oponerse a los aliados,
o no luchar y unirse a la Francia Libre. En general, inicialmente, las
guarniciones fueron leales al gobierno francés colaboracionista, y plantaron
resistencia, hasta que el almirante Jean François Darlan fue convencido por los
aliados para pasarse a su bando, y éste a su vez intentó convencer a los otros
jefes militares para que no se resistieran y se unieran a los angloamericanos. La
invasión alemana del resto de Francia, al cruzar la línea de demarcación,
terminó de convencer a Darlán y al resto de jefes del norte de África para
pasarse a los aliados, al entender que los alemanes habían roto los acuerdos
del armisticio de junio de 1940. Por su parte, los aliados mantendrían a
Darlán en su puesto, hecho que supuso una protesta por parte de Charles de
Gaulle.
A finales de 1942 el signo de la
guerra empezaba a cambiar claramente. Los alemanes habían sido obligados a
retirarse de Egipto, y los aliados tomaron Tobruk. El desembarco de los aliados en el norte de
África suponía la confirmación de este cambio de rumbo. El 19 de noviembre, el
ejército soviético inició una ofensiva (operación Urano) con un gigantesco
bombardeo sobre las posiciones más débiles del frente, defendidas por los
rumanos del II y IV cuerpo del ejército alemán. A finales de mes, en el frente
oriental, 300.000 soldados alemanes del 6º Ejército quedaron atrapados en la
pinza creada por el ejército soviético en el frente de Stalingrado, en lo que
en poco tiempo supondría la primera gran derrota del Raich durante la Guerra
Mundial. La noticia se transmitió como la pólvora por todos los rincones de
Francia y, al poco tiempo, el cambio empezó a hacerse evidente en la actitud de
los agentes de gobierno de Pétain, y en la actitud de la población, con la cada vez mayor aparición de pequeños
grupos armados de lo que más tarde sería conocida como la resistencia.
Desde nuestra llegada a Gap, por
la tarde del día 6 de agosto, y tras la llamada del Sr. Pellegrín dándonos la
magnífica noticia de la localización de la granja donde había trabajado mi abuelo,
nos habíamos instalado en la bonita casa que habíamos alquilados al oeste de la
ciudad, en la carretera de Aspres-sur-Büech, y nos dispusimos a avituallarnos para pasar
esa semana allí, y conocer un poco la ciudad. Mireille, la propietaria de la
casa, que vivía en un chelet justo al lado, además de recibirnos nos invitó
amablemente a compartir el aperitivo, y pasamos una agradable velada charlando
con ella y su familia que estaba de visita.
No teníamos ningún compromiso
hasta el lunes que habíamos quedado con el señor Pellegrin en Aspres-sur-Büech,
así que, un poco por intuición, pero sin prácticamente datos, decidimos pasar
el domingo visitando el entorno, especialmente el macizo de Devoluy, y así
tomamos la carretera de Grenoble. Desde la distancia, la montaña se ve
imponente. No es extraño que aquí se ubicase un núcleo importante de
resistentes. Ascendimos el Col de Noyer hasta alcanzar el refugio de Napoleón,
en la cima. Esa carretera, como vimos antes, puede que fuera una de la que
construyeron los españoles. Nos acercamos al borde de la plataforma que permite
tener unas vistas impresionantes del valle del Drac, al oeste, y el sur, hacia
la ciudad de Gap. En una piedra, sentada, una pareja de personas mayores nos
miraba con curiosidad, y la mujer, cuando regresábamos, nos impeló
preguntándonos que si éramos españoles. Tuvimos unos minutos de charla
agradable con ellos. Venían desde Grenoble a pasar el día, y les contamos un
poco por encima la historia de mi abuelo, y ella nos contó, en un español casi
olvidado, que era hija de un refugiado de Bilbao que había llegado a la zona
después de los conflictos de 1934.
Ya he relatado antes, en relación a los trabajos posibles del 78 GTE, el
descubrimiento al lado del torrente de una estructura de forma rectangular, que
muy bien podría haber servido como refugio para los trabajadores que construían
la carretera. Acabamos el día visitando el Castillo de Montmaur, al que
volveríamos más tarde, en nuestra segunda visita a los Alpes.
Llegamos a la Gare de Aspres-sur-Büech, antes que el Sr. Pellegrin, y allí esperamos a la puerta. Al fondo, desde el aparcamiento, se acercó una figura inconfundible por su gran cabellera blanca, que había visto en alguna fotografía en internet. Era el señor Pellegrín, que igualmente, nos reconoció enseguida. Se unió a nosotros su esposa Marie Cristine, y tras los saludos y presentaciones, pasamos al interior del establecimiento para tomar un café y charlar tranquilamente. Aparte de las cuestiones del señor Escuyer, de las que ya he hablado, el plan que tenía era visitar por la mañana el campo de internamiento de Pont-la-Dame, a continuación, dar una paseo por el pueblo de Aspres y buscar donde comer, porque hasta por la tarde no había concertado una visita con Isabelle Borel, hija de refugiados internados en el campo mencionado, y después, visitaríamos la granja de Mison.
En estos momentos la visita al campo de internamiento de Pont-la Dame todavía tenía su fundamento en la idea de que allí podría haber estado ingresado mi abuelo. Más bien esta creencia era debida al desconocimiento que todavía tenía sobre el movimiento de los GTE en los Alpes, y pensaba que ese era el lugar donde había estado internado, la base donde se alojaría el grupo, para la realización de los trabajos públicos que tenía asignado el 78 GTE, en el entorno. Más tarde, sin embargo, pude comprobar que, probablemente mi abuelo nunca estuvo allí, a pesar de que Aspres-sur-Büech era la base o centro de gestión al que estaba asignado dicho grupo. Los grupos, en realidad, se movían con todo su equipaje, viviendo sobre el terreno, al borde de los lugares donde realizaban sus trabajos, alojados en tiendas de campaña militares.
Antes de proseguir con la historia de mi abuelo, quiero hacer un inciso. Como he dicho en otro momento, en España, la historia de los españoles en Francia después de tener que salir al exilio debido a la guerra civil, es muy poco conocida. Ni siquiera, el terrible episodio de los campos nazis se relaciona con los españoles, y para muchos, resulta incomprensible por qué, o cuáles fueron los avatares históricos que hicieron posible que algunos españoles terminaran en estos campos del terror, cuando Franco era, teóricamente, aliado de Hitler. La mayor parte se siente desubicado cuando casualmente pasan la mirada por la enorme pancarta que cruza los torreones que flanquean el campo de concentración de Mauthausen, y se dan cuenta que la leyenda está escrita en español: “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”. Han sido muchos años de dictadura, ocultación y olvido. Afortunadamente, poco a poco, la realidad va saliendo a la luz. Recientemente el gobierno de España ha publicado en el Boletín Oficial del Estado, un listado de 4.427 españoles, asesinados en Mauthausen y Gusen. Todo sigue, sin embargo, para el grueso de la población, en una nebulosa, sin alcanzar a comprender qué hacían allí esos compatriotas. Incluso, en un episodio tan destacado en los últimos años en España, como la liberación de Paris, al que los medios de comunicación suelen dar una cobertura importante cada aniversario. La mayoría, sin embargo, se muestran incapaces de entrar en el detalle que implica la lectura de más de cinco líneas, como si un grupo de españoles, cual galos irreductibles, hubieran derrotado al imponente ejército nazi en la capital de Francia, lo que ayuda a entender el porqué de dicha situación de ignorancia. En este contexto mucho más “exótico” resulta explicar la participación de españoles en la resistencia francesa, o los periplos de españoles republicanos por diversos territorios de Francia continental, o en las colonias africanas.
El estudio de
los españoles en los Altos Alpes, está poquísimo estudiado. En nuestro país no
existe estudio alguno que yo conozca sobre este asunto. En Francia, se ha
tratado algo más, aunque no mucho. Por ejemplo, en los últimos años, Jean
Pierre Pellegrin, se ha metido en los archivos departamentales, para intentar
entender, qué llevó a los españoles a ese territorio en un momento muy
concreto, durante la guerra civil española, y los años de la guerra mundial, y
cómo vivían. Siguiendo sus estudios, los primeros españoles llegaron a la zona
fueron unos cuarenta, el 25 de septiembre de 1937, la mayoría mujeres y niños,
que huían del avance franquista en Asturias y el País Vasco. Pero la mayoría de
los españoles llegaron al departamento después de la retirada, a partir de
febrero de 1939, cuando lo hicieron más de 1.000 refugiados, que fueron
repartidos por el territorio.
Se trata de
personas no combatientes que, al momento de llegar a la frontera, y después de
pasar por los centros de clasificación fueron conducidos y acogidos en el
interior del país. Los militares, como sabemos fueron encerrados en campos de
concentración.
Siguiendo el
relato de J.P. Pellegrín, inicialmente fueron acogidos en lugares
provisionales, pero poco más tarde fueron reagrupados y reinstalados en el
Campo de acogida de Pont-la-Dame, ubicado en Aspres-sur-Büech. Sin embargo, las
repatriaciones, o la emigración a un tercer país, fue paulatinamente vaciando
el campo, y en diciembre de 1939, apenas quedaban 500 internados, y siguieron disminuyendo
paulatinamente. Por otra parte, un número importante de españoles en el
departamento llegaron asignados a las CTE y más tare los GTE. Las primeras CTE
llegaron a la zona en mayo de 1939, y fueron afectadas a la construcción de
carreteras. Algunas de ellas, en otoño, serían enviadas a la línea Maginot.
Desde ese momento los GTE se mantuvieron más o menos estables en la región,
muchos de ellos destinados a trabajar en granjas agrícolas particulares, y
comenzando su declive definitivo cuando los alemanes reclamaron trabajadores
españoles para trabajar en las instalaciones militares en la costa. Sin
embargo, algunos de ellos, permanecerían en la región, ingresando en la resistencia
francesa, hasta la liberación del territorio en agosto-septiembre de 1944. Sin
duda, una valiosísima contribución la de J.P. Pellegrín, para conocer la
historia de los españoles en ese departamento.
Aspres-sur-Buech
es un pequeño municipio que no alcanza los 1.000 habitantes, ubicado a 26
kilómetros al suroeste de Gap. El campo se encuentra a apenas tres kilómetros
al nordeste, a la orilla del Gran Büech (junto al Pequeño Büech, forman un poco
antes de alcanzar el municipio de Serres, el río Büech), y hoy día es un centro
de formación para jóvenes con problemas. Jean Pierre había pedido autorización
al director para hacer la visita, y aunque, probablemente, la estructura
general no ha variado mucho, todo está reformado y modificado después de haber
sido una fábrica, un albergue de jóvenes, y una colonia de vacaciones.
El
campo fue abierto en febrero de 1939, cuando la retirada de los republicanos en
Cataluña, y acogió inicialmente a 148 refugiados, aunque en mayo ya eran 1.000.
En general, en el campo se internó a mujeres, niños y personas mayores, ya que
los españoles combatientes habían sido retenidos en los campos del sureste
francés. La visita a un lugar como este despierta inmediatamente en mí un efecto
evocador. Como me ha sucedido muchas otras veces en el curso de la
investigación, me imaginaba a mi abuelo andando entre esas edificaciones, o
bañándose en el río, a pocos metros, después de un duro día de trabajo.
Un
paseo posterior por el pueblo me trajo a la mente el recuerdo de los españoles
que fueron trasladados a Aspres desde sus lugares de trabajos en granjas
repartidas por todo el territorio a mediados del año 1943, que, según la queja del mando de los
gendarmes al prefecto, se paseaban libremente por el pueblo sin ningún control,
y volvía a imaginarme a mi abuelo paseando por las calles, en el café de la
Gare, o sentado en la fuente en la que nos sentamos Jean Pierre y yo durante
nuestro paseo.
En la parte más
alta de la villa, como sucede en otros muchos pueblos de Francia, un monumento
recuerda a los caídos en las distintas guerras en las que participaron los franceses.
Desde allí hay unas vistas espectaculares de toda la villa.
Después de comer en el restaurante del aeródromo, nos dirigimos al municipio de Aspremont, donde reside Isabelle Borel. Ella y su marido nos acogieron muy amablemente en su casa, y charlamos durante unas horas. Siendo niña, vivió en el campo de Pont-la-Dame, con su familia, y Jean Pierre, había cerrado una cita con ella, para charlar y ver si podía proporcionarme alguna información. Su padre era un oficial del ejército republicano, Antonio Vives, que consiguió pasaportes para toda su familia, por lo que pudieron viajar en tren hasta Gap, una vez huyeron de Barcelona y España en febrero de 1939. Él, mientras tanto, fue internado en el campo de Septfonds. A su llegada a la ciudad se alojaron en un garaje, su madre Isabel Vives, ella, que tenía 4 años, y su hermana Teresa, y contrajeron sarna, por lo que debieron ser hospitalizadas, y poco después fueron trasladadas a Pont-La-Dame. Antonio Vives, cuando curó de sus heridas de la guerra civil se inscribió en la Legión, y partió al frente donde fue hecho prisionero y enviado a un stalag en Austria, donde se hizo pasar por ciego, y consiguió que lo repatriaran a Francia y trasladarse con su familia en los Alpes. El hijo de Isabelle, Vicent Borel, ha escrito una novela donde rememora los tiempos de Pont-la-Dame, “Antoine et Isabelle”. Aunque la conversación fue muy agradable no pude obtener algún dato relevante que me sirviera para la historia de mi abuelo. Como dije, en esos momentos todavía no sabía, aunque ya empezaba a intuir algo, que mi abuelo, probablemente no pisó nunca el campo de Pont-la- Dame.
Nos despedimos de la familia Borel, y tras bajar la cuesta empinada de su casa, con unas maravillosas vistas al valle. Cogimos el coche y nos desplazamos hasta el municipio de Mison-Les Armands para encontrarnos con el señor Claude Escuyer. Hay que dirigirse al sur, dirección Serres, y desde aquí, tomar la carretera de Sisteron, que pasa por el mismo centro del municipio. Para llegar a “Les Mazans”, la pequeña pedanía de Mison en la que el señor Escuyer habita con su esposa, hay que circular por una carretera estrecha, eminentemente agrícola, que parte hacia el este, desde Les Armands. Un desvío a la derecha nos conduce al fondo de un valle. En la zona, todo son granjas dispersas. Tras pasar un pequeño arroyo y un bosque en la ladera continua, se asciende suavemente hasta un altozano, desde se domina visualmente un amplio territorio, y al fondo Sisterón. Allí se encuentra la pequeña aldea, donde viven varias familias, todas ellas dedicadas a la agricultura. Los campos de frutales se extienden a ambos lados de la carretera.
No
podía creer que, transcurridos tantos años, cuando ya prácticamente todos los
protagonistas de esta historia habían fallecido, hubiera alguien que pudiera
acordarse de mi abuelo. Aunque era un niño en la época, los recuerdos del señor
Escuyer parecen, como veremos, muy claros, y nos contó una historia asombrosa,
digna de una película.
Hoy,
la granja es una gran explotación de 120 hectáreas de cultivos de frutales,
principalmente manzanas, y cereales, y unas 40 hectáreas dedicadas a la
ganadería y el policultivo. En los tiempos en que Antonio trabajó allí, la explotación era mucho más pequeña y contaba
con entre 20 y 30 hectáreas. El gran cambio, sobre todo en el cultivo de
árboles frutales, ha sido posible gracias al riego, posibilitado por la
construcción del Canal de la Provenza, que se alimenta del lago de Serre
Ponçon.
La
estrecha carretera que cruza la aldea en dirección al fondo del valle, divide
el lugar en dos espacios, quedando la casa actual del señor Escuyer en la zona
derecha, aunque las edificaciones del lazo izquierdo también pertenecen a la
explotación. A la casa se accede por un
camino flanqueado por un frondoso seto. Justo al final se encuentra esta,
con una entrada floreada. Es el edificio principal de la granja, que se
encuentra rodeada de otras estructuras agrícolas destinadas a múltiples
funciones.
Por
la derecha, desde la parte más alta, por una zona plantada de manzanos,
descendió un hombre, sin prisa, probablemente sabiendo quiénes éramos los
visitantes. Él era el propietario, el señor Escuyer. Tras identificarse, Jean
Pierre nos presentó a todos: Marie Cristine, su esposa, Inma, Rodrigo, Paula, y
yo, el nieto de Antonio. Al poco, del mismo lugar que antes había bajado el Sr.
Escuyer, se aproximó la señora Escuyer, que se presentó y estuvo igualmente muy
amable.
Tras
las presentaciones, el señor Pelegrín inició una conversación preguntando sobre
si se acordaba de Antonio, y el Sr. Escuyer se mostró muy seguro, diciendo que
lo recordaba perfectamente, que había estado trabajando en la granja y que se
escondía de los alemanes. El Sr. Escuyer era muy pequeño entonces, unos ocho
años, pero recuerda gran cantidad de detalles, aunque matizados por la edad que
tenía en esos momentos. Lo informamos sobre que Antonio había muerto en
Marsella, y respondió algo sorprendente, que él sabía que había enfermado y que
había fallecido en Marsella. Digo que es sorprendente porque eso significaba
que de alguna manera habían mantenido un contacto, o preocupación, no sabemos
bien por qué motivo ni medio, durante el tiempo que Antonio vivió en Marsella,
cuando ya habían pasado muchos años. Sin embargo él creía que su enfermedad fue
la causa de que dejara la granja, y se sorprendió cuando le contamos que había
muerto en 1955, algo que parece normal después de haber pasado tantos años. El
espacio de tiempo transcurrido entre su marcha y su fallecimiento, unos 11
años, refuerza el hecho de que de alguna manera habían mantenido el contacto, y
choca este aspecto en, al fin y al cabo, un trabajador como cualquiera otros
muchos que pasarían a lo largo de los años por la granja. Al parecer, el
señor Miolland viajaba de vez en cuando a Marsella para sus asuntos de negocio.
El señor Pellegrín piensa que en esos viajes podían haber mantenido el
contacto, o también podía suceder que miembros de la resistencia originarios de
la región, tuvieran, como Antonio, un empleo en el puerto de Marsella, y fueran
ellos los que transmitieran las informaciones, incluida su enfermedad y
fallecimiento.
Como es normal, el Sr. Escuyer, desconocía muchos aspectos de la vida de
Antonio, como que hubiera tenido esposa y una hija, su lucha en la guerra
civil, su salida de España, o su encuadramiento posterior en la resistencia.
Este hecho le chocaba aún más, teniendo en cuenta lo que él pensaba sobre su
enfermedad.
En
aquella época, según relata Claude, no había flores en la casa ni árboles
frutales, ya que no había tanto agua como ahora, que circula muy cerca el gran
canal de riego de la Provenza. Entonces, la agricultura no estaba mecanizada, y
Antonio se ocupaba de los animales, caballos, vacas o cerdos, y de las labores
en el campo. Al parecer su habitación se encontraba en la casa que ahora ocupa
su hijo, y que ha convertido en una casa rural.
Tanto
Marie Cristine como Inma, participaron aportando su punto de vista ante
diversos asuntos, a la vez que hacían de fotógrafas. En una zona de la pequeña
explanada de la parte delantera de la casa, hay unas pequeñas maquetas de
piedra, que son reproducciones en miniatura de las chozas de los pastores que
se encontraban en los alrededores, y ahora son el hobby del señor Escuyer. La
casa de labor tiene la tradicional distribución de una granja, con la parte
inferior dedicada a los animales, mientras que la superior estaba destinada a
la vivienda de los propietarios. En la parte baja, ahora no hay animales, ya
que la granja está centrada en la agricultura, y todo está mecanizado, pero en
la época en que allí estuvo Antonio, en dicha zona se encontraban, por
separado, caballos, vacas y cerdos. En el invierno, según contó, también
cortaba leña para calentar la casa. Al parecer, junto a un pastor francés, era
el único trabajador de la granja en esos momentos, pero en cada una de las
granjas de alrededor, había también un trabajador español.
Este
es el caso de Pascasio Escribano, que según los documentos consultados, y el
propio escrito mencionado antes, redactado por él mismo, se encontraba trabajando pare el señor
Bremond, en la granja “La Silve”. Esta granja dista de Les Mazans apenas dos
kilómetros. También la granja del señor Marius Long, en Ribiers, donde parece
que trabajaba Pascasio en 1943, según el documento para trasladar a los
trabajadores, que se encuentra a apenas 4 kilómetros. Igualmente, otro de esos
españoles, que recordaba Claude, pudo ser Ricardo Rodríguez, que trabajaba para
el señor Imbert, en la finca Font Michelle, también a apenas dos kilómetros de
Misón.
Centrado
como estaba, desde el principio de la investigación, en Pascasio y Antonio, no
me había fijado en otros españoles que pudieran haber tenido un recorrido
similar, en el sentido de haber estado juntos en los distintos momentos. Me di
cuenta entonces que una persona llamada Ricardo Rodríguez Marchado, había tenido un
recorrido muy similar, por no decir igual al de los otros dos. Por ver si
existían más coincidencias, listé los nombres de los españoles que en 1943 se
encontraban en el entorno inmediato de Les Mazans. Así localicé en Ribiers 5
españoles, incluido Pascasio, en Le Poet, dos, en Upaix, uno, otro en Chateneuf
de Chabre, ocho en Larange, y dos en Misón, Antonio, y el mencionado Ricardo.
Revisando todos los documentos en los que aparece Antonio, comprobé que alguno
de ellos también aparece, aunque otros sólo en ese documento de 1943, pero
Antonio, Pascasio, y Ricardo, coinciden en todos los documentos, en los mismos
lugares, y fechas, sin excepción. En relación a la granja de Antonio, Ricardo
se encontraba trabajando para el señor Gabriel Imbert, en Font Michelle, en
Mison, tan sólo a 2 kilómetros de la
granja de Les Mazans. Puede que esta cercanía y coincidencias[1] generara
una amistad, como parece que se creó entre Antonio y Pascasio, que me obliga a
investigar sobre Ricardo un poco más por si la coincidencia también se extendió
al lugar de residencia en Marsella (los tres anotaron como lugar de residencia,
a esa ciudad en 1945), y al trabajo en dicha ciudad. Hablaré más adelante de
Ricardo, cuando corresponda al momento en el que los tres coincidieron.
En un momento, mirándome fijamente, el señor Escuyer
dijo reconocer en mis rasgos los de mi abuelo. Le enseñamos una de las fotografías
que Antonio se había hecho en Marsella, y lo reconoció inmediatamente. Preguntó
en varias ocasiones si él conocía el oficio de granjero, puesto que al parecer
era un trabajador muy valorado, y desempeñaba muy bien su trabajo. Y después
dijo algo que me emocionó bastante, y es que entre todos los trabajadores que
habían tenido, en la familia se acordaban especialmente de él, y hablaban de
vez en cuando de Antonio. Otro dato curioso que refirió es que una semana
antes, había estado hablando con su mujer de la guerra y la había hablado de
Antonio. ¿Una premonición?
La despedida fue aún más emocionante que la llegada, y todos agradecimos a la familia Escuyer su interés, y el buen trato que nos habían dado, al igual que yo, cogiendo la mano de Claude, le agradecí personalmente la ayuda que había prestado a mi abuelo durante la guerra. Por su parte, Claude, también había tenido su propia “gran historia” ya que había participado en las guerras de Argelia, en los años cincuenta, durante dos años, y en la de Indochina. Dejaré para un poco más adelante, un episodio de la vida de mi abuelo en la granja, que nos contó el señor Escuyer, y que se refiere a la cuestión de por qué le perseguían los alemanes.
Los días siguientes sin duda fueron los más fructíferos en cuanto a la obtención de información sobre mi abuelo en Francia hasta esos momentos, y particularmente en los Alpes. Había quedado para el día siguiente con el señor Pellegrín, y también nos acompañaría Marie-Daniéle Chabot-Rodríguez, una profesora de español, que trabajaba en la historia de otro español refugiado en los Alpes, Jesús Vicente Pérez Melón. Una cantidad de documentos relevantes no dejaron de aparecer, y el nombre de mi abuelo en varios de ellos. Particularmente agradecido estoy a Marie-Daniéle, que encontró varios muy interesantes sobre la resistencia francesa. Después de la mañana comimos todos juntos en un restaurante cercano, Jean Pierre, Marie Daniéle, su esposo, Miguel Rodríguez, y Élisabeth Talabot, nieta de Jesús Vicente Pérez Melón, cuya historia también es fascinante.
Por la tarde, Élisabeth nos invitó a su casa, donde entre ella y Marie-Daniéle nos contaron su historia. Fue en 2004, cuando Élisabeth encontró gran cantidad de información sobre su abuelo en un viejo baúl. Éste, había nacido en Valencia de Don Juan, en la provincia de León, en 1878. Muy pronto empezó a militar en los sindicatos, y fue amigo de Pablo Iglesias, fundador del PSOE, y cuando se proclamó la república, él estaba próximo a ministros del nuevo gobierno. Al estallar la guerra, Jesús, y su esposa Emiliana, vivían en Asturias. A consecuencia de un incidente con un cura en el pueblo, que fue denunciado a la Falange, el hijo de Jesús, fue asesinado, y Jesús Pérez, Emiliana, y su otra hija Esther huyeron hacia Francia, probablemente a finales de 1937 o principio de 1938. Jesús Vicente pasó por los campos de concentración de Argelés-sur-Mer, o Rivesaltes, antes de llegar a Pont-la-Dame, donde fue enviado a trabajar a un grupo de trabajadores extranjeros. Marie Daniél está embarcada en la traducción de los libros y artículos publicados por Jesús Vicente, algunos en su época de España, y otros cuando ya se encontraba en el exilio en Francia. De hecho, no dejó de escribir artículos y otros textos nunca.
Desde la casa de Élisabeth en Gap, las vistas de la ciudad son impresionantes. Allí nos enseñaron los documentos de su abuelo, Jesús Vicente, y nos contó, cómo un día ojeando una revista se llevó una sorpresa, según ella, al reconocer a su madre, siendo niña, en una fotografía de los refugiados que pasaban esos días la frontera. Se trata de una famosa fotografía de Capa, en la que una niña aparece recostada sobre una maleta y se protege del frío con un abrigo. Según Elisabeth, esa es su madre, y el abrigo que porta se lo dejó una reportera momentos antes.
[1] Los tres aparecen en el documento referente al censo de 1939 en el que
se encuentran en St. Martín de Queyrieres, en la 78 GTE. También aparecen los
tres en el nuevo censo realizado en 1940, y en otros documentos que iremos
viendo a su tiempo.
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