De las CTE a los GTE
Aún no ha
llegado el momento del reposo.
Como una
fiera Ares, de nuevo, te busca,
pues no
quedó saciado,
aunque, de momento, no puede alcanzarte
A
partir de la estabilización del frente occidental, a finales de octubre de
1939, ni Francia ni Inglaterra habían realizado alguna acción bélica contra
Alemania en esta área. Mientras tanto, la Unión soviética atacó Finlandia el 30
de noviembre, pero no consiguió vencerla totalmente, aunque sí la obligó,
después de más de 100 días de combates, y con fuertes pérdidas por parte de los
rusos, a firmar un tratado por el que
cedían algunos territorios e infraestructuras.
Mediante un decreto, del gobierno francés del 14 de enero de 1940 estableció la incorporación
obligatoria a las Compañías de Trabajadores Extranjeros de todos los
trabajadores extranjeros aptos. A partir de este momento los republicanos
españoles que por una u otra causa no se habían incorporado antes fueron
obligados a hacerlo, y muchos de ellos serían destinados a realizar trabajos de
fortificación en las fronteras con Alemania o Italia. Según cuenta Gaida, (:
59), a partir de marzo de 1940 todos los prestatarios individuales fueron
reincorporados a 227 compañías de
trabajadores o utilizados por el ministerio de trabajo en otros ámbitos.
Después
de la invasión rusa de Finlandia, los planes alemanes se dirigieron a impedir
que Inglaterra bloqueara los puertos de Noruega, que hasta ese momento era
neutral, y a garantizar el abastecimiento de hierro a Hitler, invadiendo el
país. Los ingleses se emplearon en sembrar de minas el mar del norte frente a
Noruega. El 7 de abril, los barcos alemanes fueron detectados por la RAF
dirigiéndose a Noruega pero, sin embargo, no atacaron, y los alemanes,
finalmente, tras duros combates con los noruegos, ocuparon gran parte del país.
A partir del 10 de abril, la flota inglesa atacó a la alemana, destruyéndola
casi por completo. Cuando los británicos
se decidieron a desembarcar, los alemanes ya se habían hecho fuertes en varias
zonas. Sólo el 17 de abril, los aliados, con una fuerza de 25.000 británicos,
franceses y polacos, consiguieron desembarcar en Narvik logrando expulsar a los
defensores alemanes.
El
9 de abril de 1940, Alemania invadió Dinamarca con el fin de controlar y
utilizar sus aeródromos. Cuando el 10 de mayo de 1940, los alemanes lanzaron su
ofensiva hacia occidente, los acontecimientos se aceleraron. El 13 de mayo ya
consiguieron penetrar en Francia por la zona de las Ardenas.
La
suerte de las CTE que habían sido repartidas por toda la Francia desde el mes
de abril de 1939 fue desigual. En función del desarrollo del conflicto bélico
que vendría, aquellas que fueron destinadas a lugares por donde se produjo el
avance alemán, se encontraron de pronto en primera línea de fuego, con graves
consecuencias para muchos de sus componentes. En el caso de las compañías
destinadas en los Alpes, parece que tuvieron más suerte, aunque no todas.
Algunas de las que habían sido previamente destinadas a esta área fueron
trasladadas más tarde a la zona norte del país, a realizar trabajos en la línea
Maginot, área que como sabemos cayó en manos de los alemanes. Era una
situación extraña, pues en el norte y oeste del país las fuerzas militares
habían dejado de combatir, e incluso se dieron casos en los que los subordinados
se rebelaron y asesinaron a sus mandos para no luchar. Muchos
jefes franceses habían huido, y la velocidad del avance alemán era tal que
pronto los españoles se vieron cara a cara con los nazis. En algunos casos los españoles se vieron
obligados a coger las armas, otros huyeron hacia el sur o hacia el este. Una
importante cantidad murieron, o fueron hechos prisioneros.
Los
que no consiguieron escapar, acabaron, primero en campos de prisioneros o
Stalag, y más tarde recluidos en los campos de concentración alemanes, principalmente en Mauhtausen. Este es el caso, por ejemplo, de otro
toledano, como es Hipólito Maquedano, cuyo nieto, el arqueólogo Bienvenido
Maquedano ha contado la historia de su abuelo en el libro “El largo viaje de un
triángulo azul”. Probablemente había sido destinado en una CTE para trabajar en
las fortificaciones de la línea Maginot en la región de Los Vosgos, y allí cayó
prisionero de los alemanes. Murió a Gusen, uno de los campos satélite de
Mauthausen, tal vez suicidándose, al arrojarse por desesperación contra las
alambradas del campo, el 13 de noviembre de 1942, año en el que se produjo la
mayor mortandad de españoles en ese campo.
En
muchas ciudades españolas, se han producido actos de homenaje a estos
españoles. Aun con la oposición de las fuerzas políticas de derecha, en muchos
municipios se han colocado monolitos que recuerdan a las víctimas. En Toledo,
en el año 2014, coincidiendo con el Día Internacional de las Víctimas del
Holocausto, se rindió un homenaje a los toledanos que murieron en los campos
nazis. 282 toledanos pudieron acabar prisioneros de los alemanes, de los cuales
184 fallecieron. En la plaza de Sofer, lugar que en la Edad Media ocupó una
sinagoga judía, se levanta la estela que recuerda a 10 de los asesinados,
naturales de la ciudad de Toledo. Después, muchos más españoles acabaron
recalando en los campos nazis, por múltiples caminos: españoles asentados en la
zona ocupada, prisioneros de guerra hechos entre los españoles enrolados en las
distintas fuerzas del ejército francés, o españoles pertenecientes a las
compañías de trabajadores españoles, cuando los alemanes ocuparon toda Francia,
después de noviembre de 1942. Para los que tenemos cierto interés por este
aspecto de la historia, emociona ver la famosa fotografía de la liberación del
campo de Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, con ese cartel en español que cruza,
a modo de pancarta, toda la fachada de la entrada del campo, y que reza “Los
españoles antifascistas saludan a las fuerzas liberadoras”.
Ante
la situación de caos, Paul Reynaud, presidente del Consejo, nombró presidente
del país al héroe de Verdún durante la primera guerra mundial, Philippe Petáin,
el 18 de mayo de 1940, con el interés de levantar el espíritu de los franceses,
aunque no sirvió de nada.
Apenas
un mes después del inicio de la ofensiva, el 14 de junio, los alemanes entraron
en Paris. Muchos españoles probablemente debieron sentir un regusto agridulce,
recordando el trato recibido por los galos cuando atravesaban la frontera. Algunos
de los guardias se burlaban de los españoles derrotados, después de tres años
de guerra, y algunos les respondían que ya les llegaría a ellos su hora.
Ironías de la vida. ¡Los franceses no resistieron ni un mes!
Mientras, las tropas alemanas avanzaban en todos los
frentes, los italianos no se decidían a entrar en la guerra. No será hasta el 10 de junio de 1940, cuatro
días antes de que los alemanes entraran en París, cuando Italia declaró la
guerra a Francia, es decir, Italia no se decidió a entrar en guerra hasta que la situación empezó a aclararse desde el punto de vista de hacia donde
se decantaba la victoria, aprovechando la situación de la debacle militar
francesa.
A
pesar de la declaración de guerra italiana, fue el ejército inglés, a través de
su aviación, la que primero inició las hostilidades contra los italianos,
bombardeando la ciudad de Turín en la noche del 11 al 12 de junio de 1940. El
día 14 se unieron los franceses que bombardearon por medio de su flota varias
localidades de la costa italiana. Es probable que los ecos de la batalla
llegaran hasta donde se encontraban los españoles, pues la frontera se encuentra
relativamente cerca. Los aviones pasando, o las tropas desplazándose a toda
velocidad, y las noticias que llegaban del frente norte, debieron crear una
gran inquietud.
El último
gobierno de la Tercera República Francesa estaba presidido por Paul Reynald, y
había abandonado París el 10 de junio, trasladándose a la región del Loira.
Aún con el descalabro del ejército francés, éste era partidario de seguir
la lucha, pero los partidarios de cesar las hostilidades consiguieron que
tuviera que renunciar. En la noche del 16 al 17, el presidente Albert Lebrun,
en Burdeos, encargó al que hasta entonces era Ministro de Estado, el
general Pétain, la formación de un nuevo gobierno.
El mismo día 17,
el nuevo presidente hacía pública su intención de poner fin a la guerra y
anunció la solicitud de armisticio que había realizado a los alemanes: “Con el
corazón apesadumbrado os digo hoy que es necesario poner fin a la lucha”. Parece que la reacción en gran parte del país
fue de apoyo. De hecho, aunque todavía se estaba en guerra, las tropas alemanas
avanzaban prácticamente sin resistencia. En algunos lugares la tropa asesinó a
mandos que quisieron proseguir la lucha. Los alemanes se sorprendieron, incluso,
cuando en varios sitios se encontraron a los soldados franceses a ambos lados
de la carretera franqueándoles el paso. Los franceses, simplemente dejaron de
luchar. Muchas ciudades y pueblos dejaron el paso libre a los alemanes para
impedir la destrucción.
A pesar de la debacle que se había producido en el norte y oeste del país, en el sureste, sin embargo, las tropas francesas resistieron a las italianos y siguieron plantando batalla, lo que dificultó o echó al traste las ambiciones de los transalpinos. En esos momentos la situación era incierta, y los franceses barajaban varias posibilidades, incluida la de continuar la lucha hasta el final, o intentar salvar todo lo posible del ejército y trasladar el gobierno a África, desde donde continuar la guerra. Allí se conservaba la flota prácticamente intacta y otras unidades militares. Mientras se estaba negociando la fórmula de la paz, teóricamente la guerra continuaba, y pasarían unos días hasta que se llegara finalmente al armisticio.
El mismo 17 de junio, Mussolini se reunió con Hitler en Múnich. Sus aspiraciones de conquista territorial quedaron reducidas a los territorios que consiguiera ocupar en el momento en que se firmara el armisticio. Hitler ya había decidido en esos momentos que le interesaba firmar un acuerdo, ya que forzar a los franceses a una lucha total lo obligaría a distraer en la lucha gran parte de sus fuerzas, que en esos momentos necesitaba en otras partes.
Ese mismo día,
De Gaulle, que había huido a Inglaterra, lanzó su famoso llamamiento a la
resistencia de los franceses en los micrófonos de la BBC.
Discruso de De Gaulle, el 17 de junio de 1940, en los micrófonos de la BBC.
Los jefes que desde hace varios años están al mando del ejército francés, han formado un gobierno. Ese gobierno, alegando la derrota de nuestro ejército, estableció comunicación con el enemigo para cesar los combates.
Por supuesto, hemos estado, y estamos hundidos por la fuerza mecánica, terrestre y aérea del enemigo.
Infinitamente más que su número, los tanques, los aviones, [y] la táctica de los alemanes nos hace[n] retroceder. Los tanques, los aviones, [y] la táctica de los alemanes han sorprendido a nuestros mandos, al grado de llevarlos a la situación en la que hoy se encuentran.
Pero, ¿se ha dicho la última palabra? ¿La esperanza debe desaparecer? ¿La derrota es definitiva? ¡No!
Créanme, a mí, que les hablo con conocimiento de causa y les digo que nada está perdido para Francia. Los mismos medios que nos han vencido pueden darnos un día la victoria.
¡Pues Francia no está sola! ¡No está sola! Tiene un vasto imperio de su lado. Puede formar bloque con el Imperio Británico que domina el mar y continúa la lucha. Puede, como Inglaterra, utilizar sin límites la inmensa industria de los Estados Unidos..
Esta guerra no se limita al triste territorio de nuestro país. Esta guerra no se decidió en la Batalla de Francia. Esta guerra es una guerra mundial. Todos los errores, todos los retrasos, todas los sufrimientos no impiden que haya, en el universo, todos los medios necesarios para aplastar un día a nuestros enemigos. Aplastados hoy por la fuerza mecánica, podemos vencer en el futuro con una fuerza mecánica superior. El destino del mundo está en juego.
Yo, el General De Gaulle, actualmente en Londres, invito a los oficiales y a los soldados franceses que se encuentren en territorio británico, o que ahí vinieran a encontrarse, con sus armas o sin ellas; invito a los ingenieros y obreros especialistas de la industria de armamento que se encuentren en territorio británico, a ponerse en contacto conmigo.
Pase lo que pase, la llama de la Resistencia Francesa no debe apagarse y no se apagará.
Mañana, igual que hoy, hablaré en la Radio de Londres
Charles de Gaulle
La reunión de Hitler con Mussolini incitó a este último a dar las órdenes para llevar a cabo una gran ofensiva, que se inició el 21 de junio, y duró hasta el 24 del mismo mes. Los italianos intentaron explotar esos días al máximo, aunque con poco éxito. Mussolini, con un ejército mal equipado y organizado, no alcanzó el éxito esperado y, al contrario, la defensa alpina puede considerarse como el único éxito del ejército francés antes de la firma del armisticio, causando cuantiosas bajas en los italianos, mientras que las propias fueron mucho menores. El ejército italiano no consiguió conquistar ninguno de los grandes fuertes franceses, y en cuanto a municipios, sólo lograron tomar el pueblo de Menton. Después de varios días de combates en la zona de los Alpes, la línea de frontera entre Francia e Italia prácticamente no había variado, salvo en algunos lugares puntuales, que en conjunto supusieron muy poco territorio.
El 22 de junio
de 1940 los franceses firmaron el cese de las hostilidades, o armisticio con
Alemania (armisticio Franco-Alemán), aunque no entraría en vigor hasta el día 25.
En la comuna de Rethondes se encontraba el vagón de tren, en el bosque de
Compiègne, donde había sido firmado el armisticio, del 11 de noviembre de 1918,
que puso fin a las hostilidades durante la primera guerra mundial en el frente
occidental. Como un símbolo, que resarcía a los alemanes, en parte, de las
humillaciones de aquél día, Hitler
decidió que la firma del armisticio franco-alemán, tuviera lugar en el mismo
lugar y vagón de tren. El acuerdo, sin embargo, no entraría en vigor, como
vimos, hasta el día 25 de junio.
Ese día, el
gobierno francés se trasladó a la ciudad balnear de Vichy, en el departamento
de Allier, en el centro de Francia, cuando ya Burdeos había sido ocupada por
los alemanes. En virtud del acuerdo, entre otras consideraciones de la
“rendición” (el documento lo forman 25 puntos), Francia quedó dividida en
dos zonas, una ocupada por los Alemanes que se extendía desde el suroeste hasta
el nordeste francés, la “Francia ocupada”, y otra, que comprendía todo el
suroeste francés. Esta última quedó bajo el control del
gobierno del general Pétain, con sede en Vichy, aunque en la práctica existirá
una importante injerencia de los alemanes en territorio no ocupado. Entre ambas
zonas se situó una frontera que dificultó mucho la vida a los franceses, ya que
fue una barrera bastante impermeable, “la línea de demarcación”. A partir de este momento se inició un juego
diplomático y de cesiones del gobierno colaboracionista, con el fin de mejorar
las condiciones del armisticio, relacionado, por ejemplo, con mantener lo más
intacta posible la estructura administrativa francesa, relajar las permeabilidad de la línea de
demarcación, el regreso de prisioneros franceses de Alemania, o el traslado del
gobierno a Paris, aspecto este último que, aunque estaba recogido en el acuerdo
del armisticio, nunca fue autorizado por Hitler. Para conseguir relajar las
condiciones, los franceses llegarían, incluso, a ofrecer su apoyo a Hitler en
la guerra contra Inglaterra.
Por su parte, el
24 de junio se firmó en Roma el armisticio franco-italiano, que permitió a
Italia ocupar una pequeña franja de terreno conquistada en los Alpes, desde el
Rhône, hasta la costa mediterránea, que en términos de kilómetros ocupados
resultó minúscula. En el documento se estableció, además, entre ambos
ejércitos, una zona desmilitarizada, consistente en una franja de 50 km de
anchura.
La
situación de los refugiados en la Francia ocupada empeoró drásticamente, siendo
muchos de ellos deportados a España, ante las continuas solicitudes del
gobierno franquista, o utilizados por los alemanes como mano de obra esclava,
tanto en Francia como en Alemania. Así, Companys, por ejemplo, que había
abandonado Paris en junio y se refugió en un pueblecito cercano, sería detenido
en agosto. Este formaba parte de una lista de cerca de ochocientos dirigentes
españoles que había sido confeccionada en base a la documentación incautada por
los alemanes en las distintas organizaciones españolas exiliadas al territorio
galo. A finales de ese mes fue entregado a las nuevas autoridades españolas,
siendo juzgado el 14 de octubre de 1940, y fusilado el día 15.
Las esperanzas de los republicanos españoles se vieron rápidamente aniquiladas, por lo que la situación debió generar gran incertidumbre. Los españoles volvían a encontrarse en una situación delicada después de haber sobrevivido a la guerra civil y a los campos de internamiento. Los que se encontraban encuadrados en las CTE de los Alpes habían quedado en la "zona libre", fuera del alcance, de momento, de los alemanes de Hitler, y de los italianos de Mussolini. Aunque su situación empeoraría, de momento, puede decirse que hasta cierto punto tuvieron suerte, ya que las condiciones de vida, sobre todo para los españoles, en esta área va a ser más favorable que en la zona ocupada, donde pronto empezarán las deportaciones o las devoluciones a España. Aunque el gobierno de Vichy empezó a colaborar con Franco, debido a ciertas rivalidades relacionadas con la ocupación de territorios en África, los franceses, hasta cierto punto, se mantuvieron reacios, por ejemplo, a entregar a todos los españoles que reclamaría el gobierno de Madrid.
Prácticamente todos los autores están de acuerdo en que poco después de la derrota del ejército francés, y de la firma del armisticio entre Alemania y Francia, el 22 de junio de 1940, las Compañías de Trabajadores Extranjeros fueron disueltas. Para el caso de los extranjeros refugiados, que por su situación no podían dejar Francia, como era el caso de los españoles, el gobierno francés ordenó, en tanto en cuanto se decidía qué hacer con los trabajadores extranjeros, que sus integrantes fueran internados de nuevo en los campos de los que habían salido.
En estos primeros momentos de la derrota,
probablemente existía un importante descontrol. Muchos de los españoles que se
encontraban en la línea del avance del ejército alemán y no fueron capturados, iniciaron,
junto a la población civil francesa, la huida hacia el sur, en un remedo de lo
que, apenas un año antes, había sido la “retirada” republicana durante la guerra civil
española, en Cataluña. Muchos de ellos, que no sabían qué hacer, se dirigieron
hacia sus antiguos campos de procedencia en el sur de Francia.
A partir de la derrota francesa, y como
consecuencia de varios factores, el desempleo se convirtió en un grave problema
para los franceses. Aunque muchos galos habían sido hechos prisioneros y se
encontraban en Alemania, otros muchos habían sido desmovilizados y regresaban a
sus antiguos lugares de residencia, y necesitaban trabajar.
La situación de las CTE de la zona alpina ha sido
tratada muy poco por los historiadores. Al contrario de lo que sucedió en el
norte, en la frontera con Italia, el ejército francés resistió los ataques
italianos quedando la frontera prácticamente sin modificaciones y, en todo
caso, la estructura organizativa y de control militar francesa sobre los
españoles debió sufrir pocas alteraciones, con lo que las compañías de
trabajadores se verían afectadas mínimamente, y debieron seguir su
funcionamiento con relativa normalidad, a la expectativa de que hubiera
novedades en relación a la nueva situación. De hecho, en la recopilación
histórica de su recorrido por Francia, que realizó Pascasio Escribano, no
aparece indicación alguna de que hubiera regresado al campo de Argelés, y en la documentación que yo he podido estudiar, no existe ninguna referencia a su disolución, o a algún cambio en el control y manejo de las compañías por parte de los militares. Parece
lógico pensar que las CTE de esta zona permanecieron íntegras, en los mismos lugares
de acantonamiento, e incluso manteniendo la misma numeración, y los mismos
integrantes.
La 78 CTE, de Antonio y Pascasio permaneció trabajando en el túnel de Prelles, en Saint Martín de Queyrieres, en el mismo régimen, y bajo la misma dependencia militar, a la espera de que se aclarara la situación. El día 2 de julio, ya pasados unos días de la firma del armisticio, la compañía fue trasladada a Saint Etienne en Devoluy, con la tarea de construir allí una carretera, probablemente siguiendo la planificación que para dicha compañía tenían establecido de antemano.
En estos momentos ocurrió un suceso que estuvo a punto de suponer un giro importante en la guerra que se había desatado. El anuncio de la firma del armisticio entre Francia y Alemania, el día 17 de junio, hacía pensar en la posibilidad de que la flota gala cayera en manos de alemanes e italianos. Los ingleses dominaban el mar, y no estaban dispuestos a consentir que sucediera algo así. Como vimos más arriba, había dudas entre los franceses sobre si proseguir la guerra hasta las últimas consecuencias o pactar una rendición. Los ingleses presionaron para que la flota se dirigiera a puertos bajo el control británico o neutrales, y así lo hizo parte de ella, pero otra parte se dirigió a puertos de las colonias francesas en África. Francia e Inglaterra eran aliados, y apenas habían pasado 15 días desde que combatieron juntos en Dunkerque, pero los ingleses amenazaron con atacar la flota en sus puertos si no se avenían a llevar los barcos a puertos neutrales. Sin declaración de guerra previa, sólo con las amenazas lanzadas, Churchill decidió atacar a la flota francesa. El 3 de julio, la flota británica abrió fuego contra los barcos franceses que se encontraban anclados en el puerto argelino de Mers-el-Kebir, hundiendo uno de los acorazados, y causando graves daños al resto de la flota, además de provocar cerca de 1.000 muertos. Francia rompió relaciones diplomáticas con Inglaterra y bombardeó con aviones la colonia británica en Gibraltar. De Gaulle, que se encontraba exiliado en Londres, protestó enérgicamente por este ataque, que provocó que la mayor parte de los mandos militares que se encontraban a su lado con la Francia Libre, desertaran. Durante el resto de la guerra, Francia no olvidaría este ataque, y si no entró abiertamente en guerra con Inglaterra, fue porque Hitler no quiso, pero no faltaron los ofrecimientos por parte del gobierno de Vichy.
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