Los Campos de Concentración

Desde los lugares de paso, los refugiados fueron dirigidos hacia los campos de clasificación de Arlès-sur-Tech, Bourg Madame, Latour de Carol, Le Boulou, Prats de Mollo, donde fueron mantenidos un tiempo en los que se dieron una condiciones atmosféricas terribles,  y desde estos centros de clasificación, los militares fueron conducidos a campos de internamiento o concentración, mientras que las mujeres, niños, ancianos y heridos serían llevados a hospitales y centros de acogida en el interior del país.

Una vez en los distintos pasos fronterizos, los militares franceses desarmaron a los españoles. Varios equipos de búsqueda y recogida se dedicaron a la requisa y se dispusieron patrullas de guardias móviles y gendarmes para localizar a los militares que pasaron por la montaña.  Las armas requisadas serían enviadas al arsenal de Perpignan. A pesar de todo, hubo un importante número de armas que consiguieron entrar en los campos de concentración, como lo demuestran las continuas búsquedas y requisas que se realizaron en los campamentos, con posterioridad.

La denominación oficial que se dio a los centros donde fueron conducidos los españoles fue la de “Campos de Concentración”. Desde los primeros momentos de su creación, miembros del gobierno francés se vieron obligados a declarar que dicha denominación debía ser separada claramente del ámbito penitenciario. La discusión sobre si dichos lugares eran centros carcelarios o no, ha llevado a que se les haya dado otras denominaciones como campos de refugiados o campos de internamiento.

La realidad es que, en esos primeros momentos dominó la improvisación, a lo que contribuyó el gran número de personas que tuvieron que acoger en tan corto periodo de tiempo. Sin duda, una playa de arena, en pleno mes de febrero, no era el mejor lugar para acoger a personas agotadas o heridas. Las alambradas con las que fueron rodeados los refugiados, la vigilancia armada, el trato degradante en algunos momentos y las presiones para que regresaran a España que se produjeron en los primeros tiempos, contribuyó a hacer de estas instalaciones, y fijar en la mente de los que fueron encerrados allí, que aquello eran verdaderos campos de concentración, con todas sus connotaciones negativas.

Según fue pasando el tiempo, se crearon otros campos, “especializados” para acoger a determinados grupos, como intelectuales, brigadistas internacionales, técnicos, vascos, catalanes, o campos disciplinarios, para acoger a aquellos refugiados “problemáticos”. El primer “centro especial” para acoger refugiados, fue creado mediante un decreto, el 21 de enero de 1939, en Rieucros (Lozère), y el campo de internamiento o concentración de Argelés-sur-mer, fue creado el 1 de febrero de 1939.

Quien pasee hoy por las playas del Rousillón, tiene que realizar un gran esfuerzo para imaginar los campos de concentración que se instalaron en ellas a principios de 1939. Hoy, como en los momentos previos a la llegada de los españoles, el lugar es un sitio turístico. Son inmensas playas de arena fina que cada año atraen a miles de turistas a disfrutar de ellas durante el verano, y permiten mantener una importante economía turística. Los turistas son totalmente ajenos a la tragedia que se vivió en ellas. Sin duda, los tiempos presentes no pueden ser prisioneros de aquéllos años y, hacer visible un lugar de horror, probablemente no fuera la mejor propaganda de atracción de turismo para el lugar. ¨Ya en la época de los sucesos, hubo quejas y preocupación por parte de los vecinos por el problema que se iba a plantear para la economía de la zona por la instalación en ese lugar de los campos.

A pesar de todo, los hijos y nietos de aquellos españoles, hoy integrados plenamente en la sociedad francesa, han creado a lo largo de los años asociaciones, que han logrado mantener su memoria en esos lugares, mediante la ubicación de algunos elementos discretos que, sin molestar a los turistas, señalan el hecho, y la ubicación del campo de Argelés-sur-mer. Sólo hay que retroceder unos metros en la playa, y penetrar en un agradable jardín, para encontrar una placa y un cartel que los recuerda y, a poca distancia, se ha abierto recientemente el Centro Internacional de Estudios de la Retirada (CIDER), de Argelés. No fueron tiempos aquellos para estar orgullosos, tanto por lo que sucedía en esos momentos, como por lo que ocurriría poco después ya en plena guerra mundial. Los franceses, al contrario de lo que sucede con los españoles, han aprendido a hacer frente a algunos de sus fantasmas, simplemente enfrentándose a ellos, a través del reconocimiento de los hechos.

Una inscripción en honor a los españoles ubicada en el centro del parque mencionado merece la pena ser recordada, sin duda porque probablemente recoge a la perfección la idea que se tiene de estos hombres que agotados por la guerra y el camino, maltratados y humillados en unos campos de concentración como si fueran prisioneros de guerra, pero todavía manteniendo su dignidad, no dejaban de decirse unos a otros y a ellos mismos, que cada uno de ellos era un “hombre libre, acuérdate”.

Cuando se visitan estas playas no queda más remedio que sobrecogerse, porque inmediatamente se comprende la inmensidad del drama. La dureza de los campos en esos primeros momentos debido a la falta de alimento y agua, la escasa o nula asistencia médica, las dificultades para moverse por la arena, el continuo viento frío que golpeaba sin clemencia y penetraba en los huesos, la imposibilidad de encontrar un refugio, que no fuera un hoyo húmedo en la propia arena, sólo puede comprenderse si lo vemos a la luz de la facilidad con la que duros soldados, que habían luchado durante tres años en una guerra terrible, viviendo a la intemperie, hiciera un terrible calor, como en Brunete o Ebro, o un frío siberiano, como en Teruel, a los que habían sobrevivido, ahora morían con la mayor facilidad del mundo.

La creación de los campos de concentración en la playa fue totalmente improvisada. A pesar de la previsible llegada masiva de refugiados, que había sido predicha por diversos informes, cuando llegó el momento, la magnitud del éxodo sobrepasó cualquier previsión, lo que repercutiría muy negativamente en el trato que se dio a los refugiados, y en su salud. Un importante número de personas fueron encerradas en playas, en pleno invierno, sin ningún elemento de protección. Si lo que planeaban era dar un trato digno a los refugiados, o si en algunos foros se dijo que los campos de concentración no tenían nada que ver con un sistema penitenciario, la realidad es que fueron encerrados con alambradas, en condiciones penosas, y bajo la vigilancia de militares armados. La Garde Républicaine Mobile (GRM), guardias Shafis y tiradores senegaleses a caballo vigilaban que nadie pudiera escapar. ¿Cómo puede llamarse a eso?

Los campos fueron puestos bajo la jurisdicción militar, al mando del general Ménard (comandante de la 17 región, con sede en Toulouse), excepto los campos disciplinarios de Rieucros y el de Vernet, en Ariège, que quedó bajo la jurisdicción del ministerio del interior.

Si algo caracterizó el inicio del siglo XX fue la multiplicación de los conflictos y, como consecuencia de estos, la existencia de éxodos masivos. Para intentar resolver la situación de los exiliados surgieron varias organizaciones internacionales. En relación a los españoles, el hecho de que el gobierno de Franco no privara de nacionalidad a los republicanos que se habían exiliado en la guerra supuso un problema añadido,  debido a que no podían regresar a España, pero al mismo tiempo no podían ser considerados refugiados ni apátridas. En 1921, el Alto Comisionado para los refugiados de la Sociedad de Naciones, Fridtjof Nansen, trabajó en la ayuda a los refugiados rusos de la revolución de 1917. Para mejorar la situación legal de estos creó un documento de identidad que proporcionaba una cierta protección, el pasaporte Nansen. En 1931 se creó la Oficina Internacional Nansen dedicada a socorrer y asistir a los refugiados; rusos, armenios, asirios, caldeos y turcos, y más tarde, en 1935, los sarros, que recibieron todos ellos la denominación de "Refugiados Nansen". Para el caso de los refugiados que van a generarse en Alemania con el ascenso del Hitler al poder (judíos, no arios y opositores políticos), debido a que Alemania era miembro de la sociedad de Naciones, fue necesario crear, en 1933, un Alto Comisionado para los refugiados. Estas dos organizaciones serían sustituidas en 1938 por un Alto Comisionado (Sir Herbert W. Emerson). Poco antes, en julio de 1938, tuvo lugar en EE.UU, una conferencia que se encargó de estudiar la situación de los refugiados procedentes de Alemania y Austria, como consecuencia de la cual se creó un Comité Intergubernamental para los Refugiados (CIR), con sede en Londres. Esta organización se encargaría de los refugiados políticos, es decir, de los que, como en el caso de los españoles, no podían regresar a sus países de origen, los "verdaderos refugiados", según la definición del propio CIR (Cervera Gil, 1998:199). Desde entonces la influencia del CIR no dejaría de crecer.

Los españoles republicanos, como vimos más arriba, no habían sido privados de su nacionalidad, en una malévola maniobra que los dejaba totalmente desamparados, al no poder se considerados estrictamente como refugiados.

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